Juanjo Villena

Capítulo 5: Desenvender

 

Introducción:
Mira, emprender es como montar en una montaña rusa: hay subidas emocionantes y bajadas que te dejan sin aliento. Pero, ¿qué pasa si te das cuenta de que esa montaña rusa no es para ti? A veces, por más que lo intentes, las cosas no salen como esperabas. Y, aunque duela, quizás sea momento de bajarse del juego. Aquí vamos a charlar sobre eso, sobre el arte de “desenvender”, especialmente cuando seguir adelante podría costarte más de lo que imaginas.

1. Desenvender: ¿Qué rayos es eso?
“Desenvender” es una palabreja que nos hemos sacado de la manga. Imagina que es como darte cuenta de que ese jersey que compraste no te queda bien y decides devolverlo. Pero en este caso, es tu negocio el que no te queda bien y decides dar un paso atrás.

2. El peligro de no soltar:
Emprender es como enamorarse, te ciegas y a veces no ves las señales de que algo va mal. Pero, ojo, aferrarse a una idea que no va puede dejarte sin un duro y con el corazón roto.

  • a. El agotamiento:
    • El cansancio que no se va con una siesta: No es solo cansancio físico, es ese que te deja sin ganas de nada.
  • b. Las deudas y la “muerte civil”:
    Las deudas son como esas piedras en el zapato que no te dejan caminar. Y si te descuidas, pueden llevarte a lo que llamamos “muerte civil”. No, no es tan dramático como suena, pero casi. Es como ser un fantasma en el mundo financiero.
  • Deudas del alma:
    Más allá del dinero, hay deudas que pesan en el alma. Promesas no cumplidas, sueños rotos. Es como llevar una mochila llena de piedras que no te deja avanzar.

3. Cómo desenvender sin romper todo a tu paso:
Desenvender no es tirar la toalla y ya. Es hacerlo con cabeza, corazón y mucho tacto.

  • a. Hablar claro:
    • Sin rodeos: Si algo no va, hay que decirlo. A los empleados, a los clientes, a todos.
    • Prometer solo lo que puedes cumplir: No se trata de vender humo, sino de ser realista.
    • Escuchar: A veces, los demás ven cosas que tú no ves. Escucha y aprende.
  • b. Asume lo que te toca:
    • Aceptar los errores: Todos metemos la pata. Lo importante es aprender y seguir.
    • Compensar: Si alguien salió perjudicado, hay que hacerse cargo.
    • Plan B: Siempre es bueno tener un plan de salida, por si las moscas.
  • c. Busca hombros en los que apoyarte:
    • No estás solo: Hay grupos, terapeutas, amigos. Busca apoyo, nadie dijo que emprender fuera fácil.
    • Consejos de los que han pasado por lo mismo: A veces, un buen consejo vale oro.
    • Pedir ayuda no es de débiles: Todos necesitamos una mano en algún momento.

4. El fracaso no es el fin del mundo, es solo un nuevo comienzo:
A ver, vamos a ser sinceros. Todos hemos tenido esos momentos en los que sentimos que el mundo se nos viene encima. Pero, ¿sabes qué? A veces, esos tropiezos, esos baches en el camino, son solo señales de que hay que tomar otro rumbo. Y sí, suena a cliché, pero es la pura verdad.

  • a. Aprender de cada caída:
    • Las cicatrices cuentan historias: Cada rasguño, cada herida, te deja una enseñanza. Es como cuando te caías de pequeño y tu abuela te decía que eso te hacía más fuerte. Pues sí, tenía razón.
    • Adaptarse o quedarse atrás: El mundo no espera, amigo. Si ves que algo no va, cambia, ajusta, reinventa. No te quedes parado esperando que las cosas se solucionen solas.
  • b. Resiliencia, esa palabra rara pero poderosa:
    • Más que una palabra, un estilo de vida: La resiliencia no es solo superar obstáculos, es aprender a bailar bajo la lluvia, es sonreír a pesar de las lágrimas, es levantarte una y otra vez, sin importar cuántas veces te caigas.
    • El gimnasio del alma: Imagina que cada problema es una pesa que levantas. Al principio duele, pesa, pero con el tiempo te haces más fuerte, más resistente. Y un día te das cuenta de que lo que antes te parecía imposible, ahora lo haces sin despeinarte.
  • c. Las puertas que se cierran y las ventanas que se abren:
    • Nuevas oportunidades en cada esquina: A veces estamos tan enfocados en esa puerta que se cerró, que no vemos las mil ventanas que se han abierto a nuestro alrededor. Y quién sabe, quizás detrás de una de esas ventanas esté eso que tanto buscabas.

Conclusión:
Desenvender no es un signo de debilidad, ni mucho menos un fracaso. Es reconocer que hay caminos que no nos llevan a donde queremos ir y tener el valor de cambiar de dirección. Es entender que, a veces, soltar es la mejor forma de avanzar. Así que, si sientes que tu negocio ya no resuena contigo, que te está alejando de tus sueños o que simplemente no es lo que esperabas, recuerda que siempre puedes “desenvender”. Y quién sabe, quizás al hacerlo, descubras un camino más auténtico, más alineado con quien eres y con lo que realmente quieres. Porque, al final del día, lo más importante es ser fiel a uno mismo y encontrar la felicidad en lo que hacemos.

Juanjo Villena

Juanjo Villena

Tecnólogo, experto en sistemas procesales complejos, líder empresarial y filántropo. No hay problema legal y humano que no tenga solución.

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